16 junio 2012

(UNA SONRISA-EXCELENTE) De no creer Embelleciendo a Máximo, al país y al mundo

Paren el país que ya no aguanto más. No es que esté mal (nunca estuve mejor), sino que me mata el ritmo frenético de los acontecimientos. No alcanza el tiempo para asimilar todo. Por ejemplo, me da lástima que los grandes anuncios se superpongan tanto. Inauguraciones, teleconferencias, defenestración de De Vido, pesificación voluntaria de los ahorros de la señora, pesificación compulsiva de las migajas de Aníbal hasta dejarlo en la indigencia, más inauguraciones, cadenas nacionales, reforma del Código Civil con pesificación de deudas, conato de marcha atrás en la pesificación de deudas por el escándalo que se armó, lanzamiento del 4°, 5°, 6° (no sé, ya perdí la cuenta) plan hipotecario...

Les pido a los opositores que sean sinceros y reconozcan, al menos, que Cristina es la mejor anunciadora de todos los tiempos. Descubrió que las promesas no están hechas para ser cumplidas, sino para ser superadas por otras promesas. Era tan simple y nadie lo había visto: esperanza mata desilusión.

Y como si esto fuera poco, el sobresalto de la operación de Máximo. Todo fue extraño y mágico a la vez. Por de pronto, uno imagina que la Presidenta y el jefe de La Cámpora hablan de los grandes asuntos de Estado. Nada que ver. Son diálogos muchos más domésticos y entrañables. Máximo, el gran administrador de la familia, la reprende por pesificar sus tres millones de dólares sólo porque se lo pidió un relator de fútbol, y ella, como buena madre, le dice que no puede ser que esté todo el día tirado en un sillón jugando a la PlayStation . El le dice que le duele la rodilla, y ella, a punto de subirse al avión, le promete que si cuando llegue a Buenos Aires le sigue doliendo, vuelve a buscarlo. ¿No es una escena re tierna?

El le habla de que va a una operación, y ella, pensando en que otra vez se escapa a una casa de cambio, le dice que ni se le ocurra moverse. El, asustado, le pregunta si lo van a llevar a un hospital público, y ella le contesta que "con la salud no se jode". El le dice que no sea mala y le deje llevar laPlay . Ella, para cambiarle el tema, le pregunta cómo van las clases de oratoria que está tomando. El responde con una grosería, lo que demuestra que la instrucción no está muy avanzada.

Lo demás es conocido. El vuelo de la señora a Buenos Aires y, a los 5 minutos de llegar, la vuelta a Río Gallegos a buscar a Maxi; los escrúpulos de Cristina por los 70.000 dólares que le iban a costar al Estado las idas y vueltas con el Tango 01 (se necesitaba un avión amplio para que el chico pudiera viajar con la pierna estirada); el silencio informativo total sobre lo que estaba pasando, para no alarmar a los argentinos y, sobre todo, a los mercados internacionales de divisas; la muy bien pensada maniobra de distracción en Aeroparque, con autos, ambulancias y helicópteros (digamos, otros 10.000 dólares); la reunión de multitudes de jóvenes de La Cámpora en las puertas del hospital, con carteles que decían: "Aguante la Play", "Máximo conducción, desde un sillón" y "La revolución empieza en Pilar".

También llegó un grupo de fachos con sus cacerolas y agraviantes pancartas que rezaban: "Mamá, ya no me duele, ¿me llevás de vuelta?", "Aguante el hospital público de Río Gallegos" y "¿Máximo conductor? Falso positivo".

Apenas nos habíamos sobrepuesto del susto de la artritis séptica y nos tocó vivir, el martes, el emocionante anuncio del nuevo plan hipotecario. Un programa espectacular, que es tan sencillo, tan bueno para todos, tan fácil de hacer? que es una lástima que no se nos haya ocurrido algunos años antes.

Yo fui al acto en la Casa Rosada y disfruté con la buena onda, la química que enseguida se dio allí entre los obreros de la construcción y el discurso pletórico de keynesianismo y de power point de Axel Kicillof; la buena onda que exultaba De Vido, aunque optó por un discreto tercer plano; la espontaneidad de los aplausos cuando enfocaban las cámaras; la sonrisa aliviada de Boudou al enterarse de que ninguno de los terrenos fiscales que se entregarán a gente de escasos recursos está cerca de Puerto Madero; el amable acompañamiento de Scioli, que de día le rinde pleitesía a Cristina y de noche, a los que conspiran contra la señora; la presencia siempre estimulante de Aníbal (cada vez me convenzo más de que es una creación de Nik), y la presencia, más estimulante aún en ese contexto, de Hebe de Bonafini, que seguramente le ha transferido al Gobierno todo el know how que aprendió junto a Sergio Schoklender en la construcción de viviendas populares.

Por supuesto, la magna ceremonia se cerró con el verbo único de la Presidenta. Es cierto que en su discurso no agregó prácticamente nada a lo que ya se había dicho, pero ella se pone de pie y nos habla para que podamos verla y disfrutarla, para que aprendamos y gocemos, para que comparemos. Qué bueno que repita tanto las cosas, así nos van entrando. Qué bueno que se anime y use la cadena personal (mal llamada cadena nacional): me imagino a todo un país que se detiene frente a radios y televisores para vivir un momento de trance e iluminación.

A los que se la perdieron les tengo una palabra de consuelo: mañana va a haber otra cadena, otro anuncio, otra lección de vida, política y economía; y pasado mañana también. Para los que se la perdieron tengo, además, un resumen: la Argentina, esta Argentina, está embelleciendo a un mundo que se ve horrible.

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