Chile es el país de América Latina donde menos se valora a Francisco y a la Iglesia católica, y que más fieles perdió: el acompañamiento de la gente fue claramente menor del que se esperaba, sus palabras no tuvieron el habitual impacto y tampoco se acallaron las críticas.
Existe un factor de fondo: la pérdida de la religiosidad de la sociedad chilena, un fenómeno drástico de las últimas décadas, que no se verificaba –al menos con esa intensidad- cuando estuvo aquí hace casi 31 años Juan Pablo II. A contramano de América Central o Brasil, donde la Iglesia católica pierde fieles a expensas de las iglesias evangélicas, en Chile –si bien hay un cierto