(Una noticia que hubiésemos querido poder publicar hace 200 años)
Causó primero sorpresa, luego indignación y finalmente un clima hostil la jugada del virrey Baltazar Hidalgo de Cisneros y sus hombres para intentar salvar la caída del virreinato ante el pedido de los criollos de un nuevo gobierno
.
En una acción política de riesgo, el Cabildo aceptó una moción de ciudadanos españoles y formó una junta de Gobierno con Cisneros como presidente, Cornelio Saavedra y Juan José Castelli, Juan Nepomuceno Solá y José Inchaurregui, como vocales.
Es decir tres españoles y dos criollos en la conformación de un nuevo gobierno que no respetó lo votado 24 horas antes y que dejaba sin efecto el poder español sobre la colonia.
El acto tuvo el fin de establecer una forma de gobierno hasta la llegada de los diputados de las provincias que deberían conformar un debate para establecer un régimen gubernamental, según lo establecido en el Cabildo abierto del 22 de mayo.
La movida tuvo el fin de sostener con el último esfuerzo el poder por parte de los representantes de España, una actitud que recorrió como reguero de pólvora las calles cercanas al fuerte y la plaza de la Victoria, y desató el malestar de los ciudadanos.
En pocos minutos, nuevamente la plaza se llenó de gente indignada –muchos militares que salieron del Fuerte y jóvenes- y la gente reclamó a viva voz que esa decisión de la nueva junta fuera revocada, a la vez que se comenzó ya a sostener que Cisneros debía marcharse de la ciudad.
Nuevamente, con el cartero Antonio Beruti y el militar Domingo French como líderes de las legiones de manifestantes, sólo hacía falta una chispa para iniciar un estallido en la Plaza principal.
El clima empeoró cuando se supo que el Cabildo no llegó a publicar ni la conformación ni el estatuto de 15 puntos que redactó entre gallos y medianoches, cuando se comenzó a acusar a Saavedra y Castelli de “traidores”.
Los periodistas se dirigieron a la casa de Nicolás Rodríguez Peña, lugar de reunión de los jóvenes criollos, donde se gestó esta idea de provocar un cambio en la forma de gobierno local.
En ese momento, los militares retiraron el apoyo inicial a la junta designada y ponían resistencia a la decisión del nuevo gobierno que haciendo oídos sordos juraba en el Cabildo.
Allí el clima era “muy denso” y las acusaciones contra los dos criollos, ahora integrantes de la junta provisional, fueron en alza, pero una inteligente acción de Mariano Moreno, el mismo Rodríguez Peña y Feliciano Chiclana, calmaron los ánimos de los más jóvenes y se trasladaron a la Plaza.
Allí se calmó a los manifestantes, aunque también se pudo ver como por lo bajo, se dejaron instrucciones muy precisas a French y Beruti de sostener la agitación para generar “presión”, aunque sin provocar “mayores desordenes”.
Saavedra y Castelli también fueron sorprendidos por esta jugada oficial y al defender la “lealtad” a la causa se ofrecieron como los encargados de ir hasta el domicilio de Cisneros e informar de la novedad.
Decididos ambos llegaron hasta la casa del ex virrey y le informaron en un tono “muy grave” que la situación era “insostenible”, y que no podían garantizar la “paz pública” si no se anulaba esta designación de la junta previsional.
Según fuentes consultadas, fue Castelli el más vehemente en ese diálogo, y pareció además, que quería “comérselo crudo” al funcionario español.
El clima al cierre de esta edición era muy grave y se podía asegurar que se acercan horas claves y decisivas para la ciudad de Buenos Aires y sus habitantes, que permanecen en la Plaza a pesar de las amenazas de lluvia y del mal tiempo.
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