“Cuando la presidenta Cristina Fernández de Kirchner inició la nacionalización y la expropiación de los activos argentinos de YPF, una empresa petrolera de propiedad, en su mayoría, de intereses españoles, no fue ninguna sorpresa para nadie que haya visitado el país recientemente, o visto de cerca. El robo, una manifestación consecuente con la personalidad de Kirchner y el carácter voluble de la clase política argentina, fue más el retorno a la normalidad que un shock para un país que no por nada es pobre. En enero de 1912, un observador imparcial de la Argentina y USA habría tenido problemas para anticipar quien tendría un futuro más prometedor. Ambos disfrutaban de tierras abundantes y fértiles poco pobladas. La pampa argentina era tan fecunda y cultivable como el Medio Oeste estadounidense. Argentina tenia un litoral extenso ideal para la exportación de los productos agrícolas que se cultivaban en el interior. Los inmigrantes de todo el mundo se agolpaban por entrar. La Argentina tenía una gran ventaja sobre USA: su agricultura no había dependido nunca en gran medida de la esclavitud. Por lo tanto, no había experimentado una guerra civil desgarradora con fuerte contenido racial creando una desigualdad que dejaría marca en la sociedad estadounidense. En 1912, la Argentina había empezado a gozar de cierto poder blando: El tango -que se había originado en los barrios pobres de Buenos Aires- acababa de llegar a París y pronto estaría de moda Nueva York y en Finlandia. La capital se estaba comercializando como una ciudad totalmente europea trasplantada directamente a las Américas.
En enero de 2012, tomé un vuelo a Buenos Aires con un billete barato de Air Canada, con desesperación psicológica por ver más luz que la que no gozaría en Boston hasta abril y una vaga curiosidad por enterarme por qué la Argentina, que alguna vez se pareció tanto a USA, ahora es tan diferente ¿Qué había sucedido en los últimos 100 años?
Cuando me presenté en el apartamento cuya habitación había alquilado en Airbnb, lo primero que noté fue el aro de oro brillando en lóbulo de la oreja derecha de mi anfitrión. Lo segundo fue que en el escritorio había una foto enmarcada y autografiada de él abrazando a Ann Coulter. Mi anfitrión (llamémoslo Jake), pronto me confirmó que era gay, un expatriado estadounidense de derechas, que se comunicaba diariamente con su empresa de marketing de Nueva York.
Soy un corredor, y corriendo es como conozco nuevas ciudades. Por lo general, la mejor manera de hacer esto es comenzar desde el principal cuerpo de agua de la ciudad. Así que, tras una breve charla, me ate mis New Balance y le pedí a Jake que me indicase la dirección al Rio de la Plata. "¿El Río de la Plata?", se preguntó. "Tuno quieres ir allí. No hay nada que ver", continuó, con un tono plano y casual, con apenas un toque de sarcasmo. "Es el lugar a donde van los helicópteros a tirar los cuerpos cada vez que tenemos un golpe de estado”.
(Este tipo de humor negro es algo a lo que el visitante debe acostumbrarse. Al día siguiente, en un recorrido por el Teatro Colón, la principal casa de ópera, la guía de mi grupo nos ha llevado desde el teatro principal a una sala dorada, justo fuera de la más selectas cajas: "Aquí es donde las cosas realmente importantes ocurren, lo que todo el mundo que viene a la opera realmente quiere hacer", dijo con tono monótono e informal, "la planificación de asesinatos a la élite de Buenos Aires").
Si se desea una respuesta en pocas palabras a la pregunta "¿Por qué la Argentina no es rica?" Lo mejor probablemente sea “los golpes de Estado”. Entre 1930 (cuando, apenas un año después del Jueves Negro, el futuro de Argentina se mostraba incluso más brillante que el de USA) y 1976, la Argentina sufrió por lo menos 6 golpes de estado. Hasta 1930, su PIB per cápita había seguido muy de cerca el de países como Nueva Zelanda, Australia y Canadá. Sin embargo, la constante inestabilidad política en las décadas que siguieron en la Argentina la hizo descarrilar. Las razones son sencillas: Cuando un país es inestable, es arriesgado hacer allí inversiones a largo plazo necesarias para el crecimiento. Cuando los dictadores y oligarcas utilizan a la economía para recompensar a sus amigos y castigar a sus enemigos, los mercados no pueden guiar la evolución estructural y la modernización de la economía. Las revoluciones políticas dejan un país económicamente retrógrado. En el año 2000, el PBI per cápita de Argentina fue un cuarto el de Canadá, Nueva Zelanda y Australia. En gran medida, se había perdido el barco del espectacular crecimiento del siglo 20.
Un viaje rápido por Buenos Aires revela mucho. En Palermo a finales de enero, playboys ricos con apellidos españoles y el pelo teñido de rubio son vistos saliendo de sus vehículos caros, de regreso de sus vacaciones en el extranjero, y haciendo preguntas oficiosos acerca de la marca de la camisa de su interlocutor. Mientras tanto, en los pasillos de Puerto Madero, los inmigrantes ilegales de Bolivia toman un sorbo de yerba mate estando de parranda hasta altas horas de la noche, gritando groserías mientras yo pasaba corriendo
La desigualdad es una constante en esta ciudad conciencia de clase - los ricos son ostentosamente ricos, los pobres son visiblemente pobre, y la clase media trabaja duro para mantener las apariencias. Esto a pesar del hecho de que Buenos Aires históricamente ha proclamado su compromiso con el socialismo y el sindicalismo y su aversión al "capitalismo anglosajón." Existe en este país una especie de aferramiento a la riqueza y la ostentación, precisamente porque esta es transitoria, no confiable ni duradera, sujeta a las confiscaciones impredecibles por parte del Estado -una lección últimamente reforzada por la experiencia de los propietarios españoles de YPF.
Mi carrera me llevó finalmente a la Casa Rosada, la mansión ejecutiva del "No llores por mí". Cuando le pregunté a 2 muchachas de la universidad que documenten mi ingreso en mi iPhone, me lleve un fiasco. A diferencia de las chicas de la universidad en las capitales de otros países desarrollados, estas estaban desorientadas con la cámara del iPhone, dejándome con una colección de fotos accidentales de ellas mismas y nada de la Rosada. No es fácil en este país obtener un iPhone a un precio razonable, gracias a los onerosos impuestos especiales y retraso en las aprobaciones reglamentarias en lo que concierne a importaciones -algo que muchos entienden como represalia por la supuesta negativa de Apple a ampliar su cadena de suministros en el país, algo por lo que los Kirchner presionaban.
Después de la carrera, me uní a Jake y sus amigos para una cena en Juana M., supuestamente uno de los restaurantes más de moda en el “barrio del dinero viejo” de la Recoleta. Cuando abrimos los menús, Jake dijo con cierto resentimiento: "Oh, es muy caro, muy caro”. Pero cuando miré en el menú e hice la conversión de monedas, pensé que esto era una locura: Se puede obtener un gran trozo de una vaca de fama mundial, un buen Malbec, y un aperitivo - sumado al lugar con sus obras de arte, el prestigio social a el amañado, etc- todo por US$ 20. (El peso argentino está increíblemente barato en este momento, dado a que la administración de la presidente Kirchner ha empujado a los operadores y ciudadanos de a pie a salirse del peso y correr hacia el dólar lo más rápido posible y sorteando las trabas que el Gobierno les impone).
Jake era un joven profesional, salido de la universidad hace una década, sin mujer ni hijos a su cargo y que recibe su salario en dólares de su empresa de Nueva York. ¿Cómo es que esa comida le resultaba muy cara para el? ¿Qué me estaba perdiendo?
En una palabra: inflación. Los cálculos privados estiman que la tasa de inflación anual de la Argentina se sitúa en torno al 25%. Los números oficiales hablan de las fronteras del 10% si bien cada vez son más las voces que expresan la falacia de esta medición. En los menús de restaurantes de la ciudad, los precios se cotizan en extraíbles pegatinas rectangulares, que se sustituyen con los precios actualizados cada 2 meses como mínimo. La percepción errónea de Jake de que el lugar era muy caro ilustra el problema básico de la inflación: crea una constante sorpresa, una constante incertidumbre, acerca de lo que las cosas valen realmente. Porque no hay que olvidar que es esta certidumbre –ausente- la que permite que las personas aplacen decisiones económicas que, sumadas, representan la economía nacional. La alta inflación fue la norma en la Argentina durante la mayor parte del siglo 20 y se renueva ahora en el siglo 21 con una presidente Kirchner que erosionó la independencia del Banco Central de Argentina, utilizando sus máquinas de impresión para recompensar a los amigos, incrementando la deuda interna del gobierno.
Nada de esto, por supuesto, debería desalentar el futuro visitante. La pérdida del peso argentino es la guanacia del turista tenedor de dólares. Y Argentina es un país encantador. Los inmigrantes españoles e italianos que se asentaron en la ciudad en el siglo 20 dejaron su huella cultural, donde se sirve la cena a las 10:30 y los jóvenes van a los clubes de tango después de la 1 am, y la jornada de trabajo comienza a las 11. Los inmigrantes galeses que fueron traídos para popular los llanos del país en el siglo 19 dejaron a sus mujeres pelirrojas por otras más curtidas por el clima y por lo tanto, peculiarmente hermosas. La distribución de la capital se complica aún más por sus hablantes alemanes, muchos de los cuales descienden de los nazis que huyeron del continente europeo en los años 40 a finales, y también por la comunidad judía más grande de América del Sur, en gran parte descendientes de Judíos que habían huido de aquellos mismos nazis en la década anterior.
Este popurrí ha dejado una rica variedad de vecindarios y fenotipos, una cultura fascinante.La arquitectura de la ciudad, sus balcones y sus avenidas son magníficas, como lo son sus parques y paseos. Los estereotipos sobre el calor de América del Sur son válidas. Los jóvenes argentinos no se inhiben en los parques públicos. Tampoco lo hacen los mayores que bailan tango en San Telmo. Las librerías de la ciudad y sus quioscos siguen mostrando un marxismo retro, que es encantador, siempre y cuando no piensan en sus consecuencias políticas. De un extraño modo, la belleza estética de la ciudad está casi subrayada por el contraste surrealista de su disfunción política. La idea de que, durante los golpes de estado y guerras sucias de la década de 1970, los helicópteros volaron sobre los altos muros de piedra del exquisito cementerio de la Recoleta para volcar los cuerpos en el Río de la Plata, un poco más allá, es horrible y sublime.
Pero lo que más me afligió de la Argentina lo constaté en un viaje de fin de semana cruzando el Río de la Plata hasta la capital del Uruguay, Montevideo. Cuando llegué al puerto, me sorprendió un lugar repleto de policías y perros. Pero no había ninguna amenaza terrorista. Los perros no fueron entrenados para olfatear bombas, sino efectivo, plata sonante y constante. Era la manifestación más visible de los desesperados controles de capitales de un país desesperado. Con la moneda argentina cada vez valiendo menos y con el temor a las confiscaciones por parte del Estado, los argentinos han caído en la desesperación de guardar su riqueza en el extranjero - y la presidente Kirchner está desesperada por deteneros. A nosotros, los pasajeros, sólo se nos permitió levar un puñado de dólares y pesos al Uruguay. Se nos abrieron las billeteras y bolsos y nuestro dinero fue contado al centavo antes de que podamos embarcar.
En la cena de esa noche, después de llegar a Montevideo, terminó en un debate con una fumador serial de aspecto arrugado-pero-inteligente y un diplomático ruso que estaba decidido a comenzar una pelea cuando descubrió que yo era americano y, peor aún, que el periodista uruguayo admiraba a mi país de origen. El diplomático ruso (después de lamentar distorsiones injustas de la historia de la Unión Soviética) se mostraba deseoso de que todo el mundo supiera que él era "un hombre muy, muy rico". Su trabajo en la embajada era una fachada. "Necesito inmunidad para mi trabajo verdadero".
Ese trabajo verdadero resultó ser la venta que hacia de productos de Apple a los turistas argentinos en Montevideo no interesados en ponerse al día con las restricciones e impuestos argentinos. Rusia se estaba haciendo de los ingresos por iPhones que Kirchner expulsaba de la Argentina. El ruso también arbitraba con propiedades de alto valor en Uruguay, propiedades en su mayoría en manos de argentinos compradas para protegerse contra la inflación, las confiscaciones y los radares del gobierno argentino.
Unos días más tarde, de regreso en la Argentina, la disfunción económica del país se demostraba claramente mientras intentaba regresar a mi casa. Cuando llegué con las maletas al aeropuerto de Buenos Aires, me encontré haciendo el proceso de check in en un vestíbulo cubierto de papel higiénico, lo que provocó que un anciano se resbale y se la diese contra el suelo de mármol. El aeropuerto estaba de paro. Los pocos empleados que intentaban organizar servicios de emergencia estaban desbordados. La agresividad está en el aire. Como regla general, la agresividad social de un país es una buena medida para evaluar el nivel general de disfunción económica.
Las huelgas son una característica regular de la vida argentina, como lo son los piquetes. Los sindicatos de empleados municipales en Buenos Aires o del transporte suelen cerrar el sistema de transporte de la ciudad con bastante regularidad - un dolor de cabeza para los turistas y hombres de negocios del mundo.
La agresividad de los sindicatos de la Argentina es en parte un subproducto de su cultura política, incluyendo la influencia que todavía persistente de Juan Domingo Perón, que hizo de los sindicatos su base de poder político. Pero es también - y aquí es donde uno se solidariza con los trabajadores - un producto de la inflación. Debido a que el gobierno argentino fabrica sus propias cifras de inflación, los salarios reales de los trabajadores del sector público y del sector privado son constantemente erosionados. Así que necesitan aumentos salariales y frecuentes renegociaciones de contratos sólo para mantenerse al día con lo que el Banco Central imprime. Argentina esta ahora en ese conocido círculo vicioso.
Cuando llegué a Boston noté la diferencia con USA. El funcionario de aduanas que me saludó a mi llegada era, a falta de una palabra mejor, un holgazán. En realidad no le importa si yo traía a escondidas un poco de carne demasiado para su reventa en USA. Los precios en el patio de comidas eran exactamente los mismos que cuando me fui. Y en política, si bien es cierto que el Congreso permanecía bloqueado, nada radical o intempestivo se había hecho.
De camino a casa vi a eso delas 9;15 am vi como la mayoría de los bostonianos estaban ya listos para el trabajo. La tienda de Apple en la calle Boylston mostraba a bostonianos seguros de no tener que irse a Canada para comprarse unos teléfonos. Los peatones en Boston se mostraban claramente mal vestidos, regular como mejor opción, probablemente sabedores de que poco a poco, de manera constante y fiable, la riqueza se cumula con el paso del tiempo. Lo mismo se puede decir de la reputación. No hay necesidad de comprender lo obvio: hacerse rico es algo lento, aburrido, común y hasta corriente. En resumen, la vida en Boston, al igual que en la mayoría de USA, parecía relativamente estable, estable y burguesa. Pero predecible y confiable.
La nacionalización de YPF de Argentina, con su apoyo casi unánime, tiene sentido económico para el país en el corto plazo, que es exactamente por lo que se está buscando. Argentina va a apropiarse de recursos naturales y de sus flujos de efectivo. Sólo los extranjeros, en su mayoría españoles, los que pierden. En el corto plazo, es un almuerzo gratis para Argentina. El problema es que de postre se comerán una mayor imprevisibilidad política y económica que ya ha llevado a la Argentina a perder posibilidades de real prosperidad durante el siglo pasado. ¿Qué extranjero va a invertir ahora en un país impredecible que aparte esta necesitado?
Sin duda la diferencia entre USA y la Argentina no es otra que la predictibilidad, eso de dar cumplimiento a los compromisos y pagar las deudas, mantener los precios estables, aceptar las derrotas políticas, sin derramamiento de sangre en la transición de poder, dejando que los extranjeros se beneficien por las inversiones que traen en la medida que cumplan con la ley, y trabajar más y mejor.
La confiscación de Kirchner de YPF -su agresión, su sorpresa, su anarquía, su lógica desesperación económico a corto plazo- es emblemática de todas las cosas que a la Argentina hizo distinto a USA en el siglo 20. De seguir así se presagia que la historia se vuelva a repetir".(u24)
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